XXVII CAPITULO FRATERNO REGIÓN CENTRO ( Modalidad de Retiro) JULIO 30 y 31 del 2016


Si Dios es Misericordia esto significa que la misericordia es un Don. 
    
Don del Padre porque nos entrega a su Unigénito. Porque “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único... (Jn 3, 16). Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 17). 

Don del Hijo, que se entrega a nosotros para revelarnos la misericordia del Padre: “Por eso me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: Este mandato he recibido de mi Padre» (Jn 10, 17).

Don del Espíritu Santo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad  y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19).



Señor Jesucristo,

tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad  solamente en una criatura;  hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de todos los que integramos nuestra REGIÓN CENTRO de la OFS escuchemos como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:  haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y consagrarnos a todos los hermanos de nuestras Fraternidades con su unción, para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor para nuestra Orden Seglar y para toda la Iglesia para que puedan, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.

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