Material aportado por: Corina Escudero corinaofs@yahoo.com.ar
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El PROBLEMA DE LAS PILAS
Sabias que una pila de mercurio puede contaminar 600 mil litros de agua, una alcalina contamina 167 mil litros de agua, mientras una de óxido de plata, 14 mil litros.
Para contaminar los 6.5 millones de litros de agua, correspondientes a una piscina de clavados, se necesitarían sólo 40 alcalinas.
Algunos datos sobre los compuestos de las pilas
El mercurio es un posible cancerígeno y es bioacumulable. Una alta exposición puede dañar el cerebro, los riñones y al feto, y muy probablemente provocar retraso mental, afectación en el andar o el habla, falta de coordinación, ceguera y convulsiones. El mercurio que se emite en los basureros contamina el agua y la tierra, con lo que puede llegar a la comida pues se acumula en los tejidos de los peces.
El plomo puede dañar el sistema nervioso, los riñones y el sistema reproductivo. Como no se degrada, cuando se libera al aire puede ser transportado largas distancias antes de sedimentar. Se adhiere a partículas en el suelo y puede pasar a aguas subterráneas.
El litio es un neurotóxico y es tóxico para el riñón. La intoxicación por litio produce fallas respiratorias, depresión del miocardio, edema pulmonar y estupor profundo. Daña al sistema nervioso, hasta provocar estado de coma e incluso la muerte. El litio puede lixiviarse fácilmente y llegar a los mantos acuíferos.
El cadmio es una sustancia cancerígena que si se respira en altas concentraciones produce graves lesiones en los pulmones; ingerirlo provoca daños a los riñones. En dosis altas puede producir la muerte. Ingerir alimentos o tomar agua con cadmio irrita el estómago e induce vómitos y diarrea. El cadmio entra al aire y al agua desde vertederos o por derrames de desechos domésticos, y puede viajar largas distancias.
El níquel tiene efectos sobre la piel. Respirar altas cantidades produce bronquitis crónica, y cáncer del pulmón y de los senos nasales. Se libera a la atmósfera por la incineración de basura. En el aire, se adhiere a partículas de polvo que se depositan en el suelo.
¿Qué se puede hacer?
Cambie sus hábitos, consuma de manera ambientalmente responsable:
- Exija depósitos adecuados para que ponga sus pilas y baterías cuando ya no las use.
- No permita la incineración de pilas y baterías. Las campañas de recolección de pilas en comercios u otros sitios no siempre solucionan el problema, averigüe cuál será el destino de las pilas recolectadas.
- Opte por las pilas recargables, pues pueden sustituir 300 desechables.
- Evite el uso de pilas, siempre que sea posible.
- Use y promueva productos que funcionen con cuerda, energía solar y energía eléctrica.
- Elija los productos que se puedan conectar a la red eléctrica; además de no contaminar, es más eficiente desde el punto de vista energético.
- La mitad de las pilas utilizadas son para actividades de esparcimiento (música, juegos, cámaras); disminuya dicho consumo.
- No compre pilas piratas: es ilegal, duran menos y son más tóxicas.
- No tire las pilas en la basura, en el campo, en la calle. Evite que lleguen a los ríos o cañerías y jamás las quemes, pues los metales tóxicos desprendidos irán a la atmósfera.
- No entierre las pilas, ya que contaminan la tierra, el subsuelo y el agua una vez que se oxida su cubierta de metal.
Cada tipo de pilas tiene al menos dos metales presentes en dos formas químicas diferentes, como metales puros y como óxidos. Por lo tanto, aunque no todas las pilas son iguales ni tienen la misma peligrosidad, toda pila que tiene alta concentración de metales tiene que ser considerada como elemento de cuidado.
El peligro que producen las pilas que se desechan es uno de los temas prioritarios en la agenda de los ecologistas urbanos. Ya que la pila es un elemento que contiene diferentes metales en su composición como mercurio (la mayoría de las pilas botón, pilas alcalinas y de óxido de plata) o cadmio (pilas recargables), aunque también son preocupantes otros metales como el manganeso, níquel y cinc.
Las pilas nos facilitan el uso de muchos de los aparatos que necesitamos en nuestra vida diaria, pero una vez agotadas, normalmente, se descartan con el resto de los residuos, por lo que terminan en basurales o rellenos sanitarios, pudiendo quedar expuestas a incendios y a reacciones químicas incontroladas que afectan las napas de agua, el suelo y el aire.
Si se acumulan en los vertederos, con el paso del tiempo, las pilas pierden la carcasa y se vierte su contenido, compuesto principalmente por metales pesados como el Mercurio y el Cadmio, el Cinc. Estos metales, infiltrados desde el vertedero, acabarán contaminando las aguas subterráneas y el suelo y con ello se introducirán en las cadenas alimentarias naturales, de las que se nutre el ser humano.
Si se incineran, las emanaciones resultantes darán lugar a elementos tóxicos volátiles, contaminando el aire.
Podemos tomar como ejemplo el mercurio presente en la composición de las pilas. Esta sustancia se oxida mezclada con la basura y se libera al ambiente. Este metal y varios de sus compuestos, son bastante insolubles, por lo que podrían quedar relativamente inmovilizados en tierra o depositado en el fondo de ríos y lagos. Sin embargo los microorganismos presentes en estos ecosistemas, lo pueden transformar en metil-mercurio de mayor toxicidad y movilidad ambiental. Esta sustancia orgánica, a diferencia del mercurio inorgánico, atraviesa fácilmente las membranas celulares dado que es liposoluble y por lo tanto una vez que ingresa en la cadena alimentaria, a través de los herbívoros y peces, contamina rápidamente cada eslabón y se va concentrando, al igual que el DDT. El resultado es que cuando llega al hombre, tope de la cadena alimentaria, puede haberse concentrado varias veces y resultar letal, ya que se acumula sobre todo en la médula ósea y en el cerebro, dañando a mediano y largo plazo los tejidos cerebrales y el sistema nervioso central. El mercurio también tiene la posibilidad, de acuerdo a las condiciones ambientales, de pasar a una forma volátil y distribuirse ampliamente, aumentando los riesgos que ocasiona.
Se estima que en la Argentina se consumen un promedio de 10 pilas por persona por año, cuando se agotan, en general finalizan en la basura común.
Muchas de las campañas de recolección de pilas que se realizan todos los años en la Argentina corresponden a iniciativas de organizaciones intermedias y al interés de los particulares que se organizan porque reconocen que las pilas son altamente nocivas. Quienes lo hagan deben ser concientes que están manipulando residuos peligrosos y que el efecto potencial negativo de las pilas se multiplica cuando se encuentran concentradas en grandes cantidades. Por lo tanto, los expertos aconsejan no juntar pilas si no se sabe que se hará con ellas más tarde.
Por ley Nacional N° 24.051 las pilas, por su contenido, son consideradas residuos peligrosos, que son altamente contaminantes, por lo que su manipulación en grandes cantidades debe efectuarse ateniéndose a la Ley de Residuos Peligrosos. La normativa exige la inscripción en un registro de los generadores y transportadores además de fijar las sanciones económicas y penales para quienes hayan contaminado de modo peligroso la salud, el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general. Dependiendo del caso, las penas incluyen desde un mes hasta 25 años de reclusión.
En definitiva, que podemos hacer nosotros como ciudadanos con las pilas:
-No juntar pilas porque se concentran los riesgos.
- No mezclar las pilas nuevas con las usadas porque se reduce la vida útil de ambas.
- Utilizar preferentemente artefactos conectados a la red eléctrica.
- No tirar las pilas a la cloaca, ya que finalmente llegan al río y podrían contaminar el agua. En ausencia de red cloacal, la contaminación afectaría las napas.
- No quemar ningún tipo de pilas ni baterías.
- No dejar las pilas al alcance de los niños.
- No utilizar aparatos a pilas cuando pueden ser reemplazados por otros.
La solución total para este problema no existe. Un conjunto de medidas concordantes entre sí, puede mitigarlo. Mientras se avanza en que los que producen lo hagan sustentablemente, es decir dando también soluciones a los problemas que producen sus productos una vez usados, por nosotros, los usuarios, NO les brindemos la solución. Colaboremos en mitigar el potencial daño al hábitat pero presionemos con leyes que obliguen a que las soluciones y las tecnologías las brinden los que están lucrando con productos que saben que NO son inocuos para el ambiente.
* Cristian Frers.
Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social.
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