Memoria de la Misión a los hornos
de ladrillo en Rio IV.
Llegamos a un lugar donde los
hermanos hicieron un salón, con sus
dependencias su cocina, baño y una salita donde funciona Ropería, todo luminoso, y acogedor. Un
lugarcito franciscano.
De allí Nuestro ministro Jorge
nos dividió de dos en dos para salir indicándonos adonde, Alejandra y quien
escribe Ana nos toco el cortadero a pocas distancia de allí.
Llegamos: cruzamos una tranquera,
polvo de tierra muy fina nos envolvió,
encontramos a un muchacho y un niño, subiendo ladrillos armando el horno.
Franco delgadísimo cubierto de tierra con una gorra de la cual salían cabellos
que parecían de paja, y saliendo de una cara hinchada y sin dientes una gran
sonrisa a modo de saludo nos mira esperando saber que deseamos… Sus manos
huesudas y secas sin detenerse nos indican que los demás están por allá.
Vemos unos ranchos de adobe con
techo de ramas y chapa, sin mobiliario, solo unas maderas de cortes de madera
de obra que armadas formaron unos bancos y una mesa, piso de tierra.
María nos recibe y nos invita a sentarnos
en una especie de cajoncito al frente de la casa, le decimos descanse ella pues
está embarazada... Nos cuenta de sus seis hijos todas niñas menos el primero
que es el que estaba trabajando en la entrada que es de ella sola, pero, el que
espera es un varón y es lo que su esposo deseaba tanto… Se nos acerca Coquí una
niña muy cariñosa y vivaracha, pregunta si le podemos dar uno de esos lindos collarcitos
(Rosarios) y otro para su hermana… y otro par su otra hermana... y otro…. Su
madre nos habla de que tiene cinco años y no sabe por qué no crece, tiene el tamaño
de su hermanita de dos, todas las niñas sonríen contentas y están cerca de su
madre, les hablamos de que la Familia de Nazaret vivía en humildad que no tenían grandes cosas
que eran trabajadores. Nos contesta que ella desea tener que darles de comer, y
que sus niños vayan a la escuela, pues a veces no se venden rápido los
ladrillos y están tres días sin comer. Que con eso todo está bien, que no desea
más.
Nos dice que Coquí no va a la
escuela porque es muy pequeña, tiene miedo que la lastimen, Alejandra le
promete hablar con las maestras para que la cuiden que ella misma se va a
ocupar, que entre todos la van a cuidar. Alejandra trabaja en la escuela de la
zona es coordinadora.
La mama dice que no habla bien.
Tiene temor. Le decimos que vea lo viva que es, Coquí solo dice que quiere
darnos un pico, piquitos. (Besos), es muy cariñosa.
Siempre sonriendo sigue hablando,
las niñas también sonríen, tiene sus ropitas raídas muy gastadas como sus
zapatillas., no tienen documentos argentinos, no tiene subsidios, tienen agua
de un pozo.
Nos preguntan si vamos a volver
con expectativa, sin dejar nunca de sonreírnos.
Les pedimos se acerquen al comedor,
si tiene a los niños bautizados que el padre está allí.
Mas allá toma sol, una mama
embarazada, muy jovencita y aseada, le preguntamos si es el primero dice que no
que la nena más allá es suya, que no quiere llevar a la niña al dispensario
porque la doctora la reta porque no
alimenta bien a la pequeña. La
nena sentada en la tierra, sumamente delgada al sol, con sus ropitas muy desgastadas, sucia con las moscas dándole
vueltas, le decimos que cuide a sus niños que son sus tesoros. Parece ausente,
como que no le importa nada de lo que pasa. Le preguntamos si la nena esta bautizada dice que no, le decimos que el
padre está en el comedorcito, dice que otro día ira pues tendría que limpiar a
la niña…. A la niña le falta amor ya su mama… despertarla.
Sobre tantas casitas de adobe
vemos un cable grueso un tv., un niño tiene una netbook con la pantalla rota, Alejandra dice la lleve a la
escuela para arreglarla parece no importarles el arreglo.
Dice nuestro gobierno que es para
nivelar a la gente “nivelar al que menos tiene”, futbol canal oficial y una
netbook… No puedo evitar pensar ¿cual es el sentido de semejante sin sentido?
Regresamos al comedor: Adriana
cantando y bailando con los niños y los hermanos que ya regresaron…Fray Marcelo
con una escoba barriendo la entrada… las señoras de ropería dando cajas de ropa
y golosinas. Una mama boliviana abre su pañoleta de increíbles colores y coloca todo la cierra
y carga todo en su espalda, jamás dejo de sonreír una sonrisa agradecida,
calma, dulce y diría hasta feliz.
Tomamos juntos el chocolate con
muchos ruidosos niños, muchos van a hacer la comunión…
Había alegría, alegría real,
franciscana diríamos. Una misión, un compartir muy gratificante
espiritualmente.
Francisco vivía en humildad y con alegria…
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