Pascua de Resurrección (A) Mateo 28,
1- 10
VOLVER A GALILEA
JOSÉ
ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN
SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
Los evangelios han recogido el
recuerdo de tres mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado
al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Lo siguen
amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal
vez escondidos.
El mensaje, que escuchan al llegar,
es de una importancia excepcional. El evangelio más antiguo dice así:
“¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado? No está aquí. Ha
resucitado”. Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo
para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está
muerta.
No lo hemos de olvidar. Si queremos
encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no lo hemos de
buscar en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y
ritos rutinarios, o en una fe apagada, que se sostiene en tópicos y fórmulas
gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.
Entonces, ¿dónde lo podemos
encontrar? Las mujeres reciben este encargo: “Ahora id a decir a sus
discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”.
¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo
se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de
hoy?
En Galilea se escuchó, por vez
primera y en toda su pureza, la Buena Noticia de Dios y el proyecto humanizador
del Padre. Si no volvemos a escucharlos hoy con corazón sencillo y abierto, nos
alimentaremos de doctrinas venerables, pero no conoceremos la alegría del
Evangelio de Jesús, capaz de “resucitar” nuestra fe.
A orillas del lago de Galilea,
empezó Jesús a llamar a sus primeros seguidores para enseñarles a vivir con su
estilo de vida, y a colaborar con él en la gran tarea de hacer la vida más
humana. Hoy Jesús sigue llamando. Si no escuchamos su llamada y él no “va
delante de nosotros”, ¿hacia dónde se dirigirá el
cristianismo?
Por los caminos de Galilea se fue
gestando la primera comunidad de Jesús. Sus seguidores viven junto a él una
experiencia única. Su presencia lo llena todo. Él es el centro. Con él aprenden
a vivir acogiendo, perdonando, curando la vida y despertando la confianza en el
amor insondable de Dios. Si no ponemos, cuanto antes, a Jesús en el centro de
nuestras comunidades, nunca experimentaremos su presencia en medio de
nosotros.
Si volvemos a Galilea, la “presencia
invisible” de Jesús resucitado adquirirá rasgos humanos al leer los relatos
evangélicos, y su “presencia silenciosa” recobrará voz concreta al escuchar sus
palabras de aliento.
(“Volver a Galilea” de José Antonio Pagola en ECLESALIA, 16/04/14)
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